Hace unos años, tuve mi primera experiencia con un inquilino que dejó de pagar el alquiler de forma repentina. Yo no sabía muy bien cómo actuar y temía adentrarme en un proceso judicial complicado. Cuando me comentaron la posibilidad de desalojar inquilino moroso Mijas por la vía legal, sentí cierto alivio, porque comprendí que existía un mecanismo para reclamar mis derechos como propietario. Al principio, dudé sobre si iniciar esa ruta o intentar una solución amistosa, así que decidí asesorarme con un abogado especializado en asuntos de arrendamientos.
Me explicaron que el primer paso suele ser intentar un acuerdo de mediación. Reconozco que no me agradaba la idea de un pleito judicial largo y costoso, así que prefería evitarlo en la medida de lo posible. Mi abogado me sugirió contactar al inquilino de forma oficial, exponiendo la deuda y proponiendo un calendario de pagos o alguna fórmula para saldar el alquiler atrasado. La mediación puede ser útil si el inquilino pasa por un bache económico temporal y está dispuesto a negociar. Sin embargo, si el deudor ignora las notificaciones o no se aviene a razones, no queda más remedio que acudir a los tribunales.
En mi caso, al principio hubo cierta disposición para dialogar, pero rápidamente quedó claro que el inquilino no pensaba regularizar su situación. A pesar de las promesas, seguía sin abonar las mensualidades y se escudaba en excusas poco convincentes. Fue entonces cuando entendí la importancia de contar con un buen asesor jurídico que me guiara sobre los plazos y los documentos necesarios para presentar la demanda de desahucio. Preparar un buen expediente es esencial para que el juez tenga claro que existe un contrato válido, una deuda real y la negativa del arrendatario a pagar.
Me tranquilizó saber que, una vez presentada la demanda, el procedimiento puede seguir un cauce relativamente ágil si no hay incidencias. El juzgado puede dictar una orden de desalojo y fijar una fecha para hacerla efectiva, siempre y cuando el inquilino no atienda a las peticiones de pago. Con todo, me advirtieron de que en la práctica pueden surgir recursos o estrategias dilatorias. Por eso, se requiere paciencia y persistencia. No se trata de un mero trámite, sino de demostrar la legitimidad de la reclamación ante la justicia.
Mientras aguardaba la resolución, sentí una mezcla de frustración e incertidumbre. Ver cómo alguien utiliza tu propiedad sin cumplir con el alquiler genera una gran impotencia, especialmente cuando los gastos de mantenimiento siguen corriendo a tu cuenta. También temía que, al fin y al cabo, el inquilino dejara la vivienda en mal estado o causara daños antes de marcharse. Esa sensación de vulnerabilidad me hizo ver la importancia de revisar los contratos de arrendamiento, incluyendo cláusulas que protejan mejor al propietario.
El tiempo demostró que no todos los deudores tienen la misma actitud. He sabido de casos en los que el inquilino reacciona en cuanto llega la notificación judicial y paga todo lo que debe, para evitar el desalojo. Otras veces, como sucedió en mi caso, se resisten hasta el último momento y se marcha sin hacer frente a la deuda. De una u otra manera, el respaldo de un letrado posibilita controlar mejor la situación y asegurar que los plazos legales se cumplan.
Aprendí la importancia de revisar la solvencia del futuro inquilino antes de firmar un contrato, pedir garantías o avales cuando sea pertinente y, sobre todo, contar con un buen documento escrito que regule cada detalle de la relación contractual. No solo se trata de fijar la renta mensual, sino de contemplar qué ocurre si el inquilino retrasa los pagos, si se desea prorrogar el contrato o si hay que desalojar al moroso por incumplimiento grave.
Durante aquel proceso, también descubrí que un asesoramiento jurídico profesional no siempre significa pagar honorarios exorbitantes. Algunas firmas ofrecen servicios adaptados a cada situación, y el ahorro en preocupaciones, tiempo y dolores de cabeza resulta incalculable. Para mí, la clave estuvo en confiar en un experto que conociera bien los vericuetos de la legislación de arrendamientos y que supiera hasta dónde es viable intentar una mediación, y cuándo procede iniciar acciones legales.
El aprendizaje más valioso fue tomar consciencia de mis derechos y deberes como arrendador. Al final, conseguir el desalojo me devolvió la tranquilidad de disponer nuevamente de mi vivienda, aunque fue un proceso algo más largo de lo que habría deseado. Sin embargo, recuperé la confianza en el sistema legal y entendí que, si uno actúa con transparencia, formaliza los contratos de forma adecuada y acude a profesionales en caso de conflicto, resulta posible defender el patrimonio sin caer en errores que alarguen la situación injustamente.