En el mercado de la compraventa, las caravanas de segunda mano pueden superar los diez, veinte y treinta mil kilómetros de recorrido. Por cuidadosos que fueran sus anteriores propietarios, la ‘salud’ del motor, de la batería y de otros componentes tiene sus límites. De ahí que los interesados en adquirir una caravana usada y aventurarse en el mundo del caravaning deban conocer las averías más comunes en estos vehículos.
A la hora de hacer un chequeo del estado de la caravana, el sistema de inyección debería ser revisado a conciencia. Las válvulas inyectoras, responsables de enviar la gasolina a los cilindros de la unidad de potencia, experimentan un inevitable desgaste con el paso de los años, provocando fallos que pueden repercutir incluso en la vida útil del motor.
Por su parte, las baterías en mal estado tampoco son infrecuentes en caravanas con un largo recorrido a sus espaldas. Aunque el anunciante asegura que el vehículo ha pasado las revisiones convenientes, se recomienda a los compradores echar un vistazo a la batería. De este elemento dependerá el sistema eléctrico de la caravana, así como todos sus equipamientos de a bordo: sistema de luces, televisores, cocina eléctrica, etcétera.
Los piñones, apoyos y rodamientos del árbol de levas concentran, probablemente, el mayor número de averías en este tipo de vehículos recreativos, por el fuerte desgaste al que están sometidos. En determinados casos, el interesado no necesitará desarmar la caravana para detectar si el árbol de levas sufre algún tipo de avería: la disminución drástica de la potencia y la emisión de chirridos son síntomas que apuntan en esta dirección.
Por las dimensiones y peso de la caravana, superiores al resto de vehículos, el sistema de frenado experimenta un deterioro acelerado. Si las pastillas de freno estuvieran en condiciones óptimas, se aconseja comprobar el estado del líquido de frenos, tendente a la oxidación en las caravanas. Su reemplazo no supone un gasto significativo.