Breve historia del chocolate en España

Aunque el chocolate no motivase el Descubrimiento de América, fue una recompensa tan inesperada como el tomate o la patata, aunque mucho más dulce. Ya sea en forma de bombones, cremas, tartas, chocolates en tableta y otras exquisiteces, este ingrediente es uno de los pilares de la repostería moderna, y su historia es bastante desconocida.

El origen del chocolate está en México, cuyos pueblos indígenas no sólo consumían este alimento, sino que lo utilizaban como moneda de canje en intercambios comerciales. Lo denominaban el tchocolatl, voz de la que proviene el término ‘chocolate’.

Cuando los religiosos que acompañaban a Hernán Cortés, introdujeron el chocolate en España, la ‘bebida de los dioses’ —que además tenía un gusto amargo y picante— fue adaptada a los paladares locales, sustituyendo los chiles por la caña de azúcar, a fin de endulzarla y mejorar su acogida en la Península.

A diferencia de otros alimentos traídos del Nuevo Mundo, el chocolate tuvo una excelente acogida desde un principio. Su popularidad se disparó durante el siglo XVI, siendo del agrado de todas las clases sociales, tanto humildes como pudientes.

La historia reconoce el papel de Ana de Austria en la difusión del chocolate por Europa. Cuando la infanta española contrajo nupcias con Luis XIII, rey de Francia, obsequió a la corte del país galo con elaboraciones chocolateras.

El siglo XVIII vio nacer las primeras chocolaterías de España, pero la industria chocolatera como tal debió esperar a la revolución industrial, con posterioridad a la cual aparecieron marcas ya icónicas como Valor o Amatller.

En los siglos posteriores se depuraron las fórmulas y procesos, dando la bienvenida a las avellanas y otros frutos secos. Uno de los derivados del chocolate, el cacao en polvo, monopoliza gran parte de la demanda actual de este sector. La afición por el chocolate ha derivado en la creación de guisos de carne y verduras que hacen uso de este ingrediente, con bastante éxito además.