La idea de sacarse el carnet de conducir en Vigo provoca una mezcla curiosa entre emoción y un leve temblor en las piernas, porque ponerse al volante por primera vez tiene cierto sabor a libertad, pero también un toque de nerviosismo. Es normal sentirse así, sobre todo al imaginar al examinador con cara seria evaluando cada giro de volante y cada parada en el semáforo. Sin embargo, en la ciudad hay una amplia variedad de autoescuelas dispuestas a echar una mano, con profesores que a veces tienen más paciencia que un santo y saben convertir tus miedos en confianza con unas cuantas clases prácticas. Vale la pena explorar las distintas opciones, ya que cada autoescuela tiene su método, sus horarios y, por supuesto, sus precios, lo que permite encontrar la que mejor encaje con el bolsillo y la disponibilidad de cada uno.
La primera fase, la teórica, suele ser la parte más aburrida pero a la vez la más importante, porque nadie quiere lanzarse a las calles sin comprender para qué sirven las señales o cómo ceder el paso. En Vigo, la mayoría de las autoescuelas ofrecen clases con material audiovisual y profesores que dominan el arte de simplificar el Código de Circulación, de modo que no acabes durmiéndote sobre el pupitre. Una buena idea es dedicar tiempo a resolver tests en casa, aprovechando aplicaciones o páginas web que simulan el examen oficial. Así, cuando llegue el gran día, la cabeza estará tan llena de señales y normas que no habrá hueco para el pánico. Además, si se falla el teórico a la primera, no es el fin del mundo: se repite y punto, que aquí nadie nace sabiendo.
La segunda fase, la práctica, es donde empieza la acción de verdad. Subirse al coche con el profesor y adentrarse en el tráfico de Vigo puede ser una experiencia llena de adrenalina, sobre todo al principio, cuando uno siente que el volante pesa, los retrovisores están de adorno y el embrague tiene vida propia. Pero, tras unas cuantas clases, la coordinación mejora, los cambios de marcha empiezan a salir más fluidos y la sensación de estar a punto de dejar el coche en medio de la calle desaparece. Además, no hay que olvidar que el profesor tiene sus pedales mágicos para evitar desastres, lo que infunde una tranquilidad extra al aprendiz.
Los precios varían según el número de clases y las ofertas de cada autoescuela, pero una buena inversión es contratar algún paquete que incluya varias clases prácticas. No se trata de gastar el dinero a lo loco, sino de asegurarse el tiempo suficiente al volante para convertir el temblor del principio en una confianza razonable. Y cuando llega el día del examen práctico, ese en el que las manos sudan un poco y la voz se pone un pelín temblorosa, la clave es respirar hondo y recordar que el examinador no es un monstruo, sino una persona que quiere ver que sabes conducir con seguridad y sin poner en peligro a nadie. Si se hace todo con calma y sin prisas, las probabilidades de aprobar a la primera aumentan.
Con un poco de esfuerzo y dedicación, sacarse el carnet de conducir en Vigo deja de ser un reto inalcanzable para convertirse en un paso más hacia la libertad. La ciudad, con sus calles y rotondas, se convierte en el mejor circuito de prácticas y, al final, cuando el carnet ya está en mano, uno puede mirar atrás y reírse de aquellos nervios iniciales. Lo más importante es no dejarse llevar por el pánico, confiar en la formación recibida y disfrutar del momento en que, por fin, se enciende el motor sin la vigilancia constante del profesor. A partir de ahí, la carretera aguarda con infinitas posibilidades.